Phillip y Merlina - Capítulo 1

jueves, 28 de abril de 2011

Phillip Byantine era un joven adolescente oriundo de los campos de Francia. Había heredado hacía poco una mansión en la cuál vivía su adinerado padre quien nunca le dió su presencia y su amor. Esa mansión era antigua, descuidada, y tanto el pasto como la vegetación lucían salvajemente altos. Su madre había muerto en el parto y él siempre vivió con su abuela, la madre paterna. Ella estaba distanciada de su hijo por su actitud fría con Phillip. Ella si bien no era tan adinerada, había sido criada en una familia aristócrata y le enseñó a su nieto los mas refinados modales. Hacía dos meses que August, el padre de Phillip, había fallecido y su último deseo fue darle a su hijo su mismo estandar de vida y una carta que el joven aun no se atrevía a leer. Su abuela estaba muy enferma desde hacía un año y tuvo que ser trasladada a un hogar de ancianos. El joven heredero ya sabía entonces cómo era vivir solo, y cuando lo digo me refiero a mas de un tipo de soledad. Durante su vida solo tuvo los amigos necesarios para poder sobrevivir a los diferentes ámbitos, como la escuela, el colegio y el conservatorio. Estudiaba para ser pianista y una de las cosas que mas le gustaba de la nueva mansión era un viejo y desafinado piano de cola que se lucía soberbio en un salón. Al principio fue toda una aventura llena de sentimientos encontrados al ver los retratos de su padre, de quién solo había conocido uno. Se trataba de una foto que su abuela guardaba con recelo bajo su almohada. Phillip aun era muy joven, apenas transitaba y a la fuerza el puente que va desde la infancia hasta la adultez. Hacía lo que todos los de su edad hacen... adolecer.


Era dificil soportar su nueva vida. Encontrarse en una casa enorme y tenebrosa, con sirvientes que lo trataban con una distante calidez. Lo que parecía una mirada cariñosa era mas una mirada compasiva. Sentir la presencia de su padre en cada rincón, despues de acostumbrarse durante mas de una década a su fría ausencia. Verse mas solo que antes, y que su única salida fuera la del hogar de ancianos. Un lugar no muy placentero para un joven de su edad, pero su abuela era su única familia, era su todo. Ella estaba cada vez peor, pero siempre lo miraba con esa calidez que no encontró en nadie. Eso si que no era compasión, era el amor mas puro que había sentido. Sonreía para ella y le daba su dosis de felicidad. Pero volvía a su mansión llorando sin saber bien por qué. Sentía tantas cosas, y solo podía expresarlas en ese piano desafinado. Siempre que terminaba de tocar subía a su habitación y, en el camino, le pedía disculpas a los sirvientes. Ellos solo sonreían y se miraban.


Y si dije que soportar todo eso era dificil, lo cierto es que no le fue imposible gracias a una persona. A un kilómetro de distancia a través de un sendero vivía, en una casa pequeña, Merlina. Ella era la sobrina del jardinero de la mansión que había muerto un año atras. Ella estaba sola pero era cuidada por los amigos de su padre, los otros sirvientes de la mansión. Se encontraron casi de casualidad una tarde nublada de otoño. El salió a conocer un poco mejor sus nuevos jardines, ella ya los conocía porque jugaba mucho allí. Ella corría y él caminaba. El miraba hacia el cielo y ella también. Ellos chocaron y se quedaron mirando un largo tiempo... Ella lo miraba con temor. Su mirada era muy parecida a la de August. Sintió el mismo terror que sentía cuando él en vida la miraba. Phillip también la miraba con temor. Su mirada era muy extraña. No por su color verde amarillo, no por su ataque directo a los ojos de cualquiera. Su temor era porque, de alguna extraña manera, sentía en su corazón algo muy parecido al amor que le daba la mirada de su abuela. Ellos temieron al terror y al amor del mismo modo y así, de esa forma, se conocieron...


[contiuará...]

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