Phillip y Merlina - Capítulo 4

miércoles, 4 de mayo de 2011

No llovió durante todo el resto de la semana. Fueron días frescos pero agradables. Phillip practicó en su desafinado piano y visitó a su abuela en el hogar de ancianos. La rutina parecía no haberse extinguido. Sin embargo sus días ya no eran lo que fueron. Sus dos encuentros con esa chica misteriosa no dejaban de volar en forma de recuerdos e interrogantes por su mente. Algo en ella había que le causó aun mas que pura intriga. Algo en ella le generaba sensaciones que no había sentido antes. O tal vez una vez...

El Sábado llegó y Phillip estaba sin ganas de tocar su piano. Se sentó al lado de uno de sus ventanales mirando hacia el laberinto de sus grandes jardines. Lo miraba pensando en ella. Estuvo muchos minutos así, hasta que, de pronto y sin decir una palabra, se levantó y salió de ese cuarto. Bajó las escaleras y salió de la mansión, y caminó con la mirada perdida hacia el laberinto. Lo paseaba como si no conociera lo que vendría, sin embargo, caminaba el camino correcto hacia el centro del mismo. Y llegó a él esperando encontrarla pero eso no ocurrió. Solo estaban las esculturas, las fuentes y las flores recientemente regadas. Caminando y observándolo todo se encontró con una mochila y una extraña bolsita. Se acercó a ella y la abrió. Solo encontró caramelos. No creyó correcto abrir la mochila por lo que no lo hizo, y decidió acostarse usándola como almohada improvisada. Se encontraba casualmente en la misma estatua donde Merlina se protegió aquel domingo de lluvia. Y, como le ocurrió a ella aquel día, se quedó dormido.

Soñó que estaba en un parque que jamás había visto antes. Habían árboles, escaleras, caminos y glorietas. En el horizonte solo se veía un inmenso mar y tras él el sol ocultándose en un hermoso y rojizo atardecer. Sonaba de fondo música de orquesta y las aves mas variadas volaban cantando los coros mas delicados. El joven Byantine se hallaba sentado mirando el mar apoyado sobre un árbol. Sombras bailaban en las glorietas y otras mas paseaban por los caminos. Algo había delante de él pero no supo apreciar qué era. Sentía calor y sus brazos parecían estar abrazando y siendo abrazados también. Nadie se encontraba con él o al menos eso parecía. De pronto, entre el mar y su mirar, se interpusieron cabellos negros. Una voz dijo "Sos un ángel". Una caricia rozó su rostro y despertó de golpe. Al hacerlo y abrir sus ojos, solo vio una mirada dulce.

Merlina pasó toda su semana leyendo y haciendo sus quehaceres habituales. Cada tanto se tomaba una pausa y se tildaba pensando en aquel joven muchacho de mirada tan fría pero qué tanto escondía. Sus palabras, su voz, su mismísima presencia le generaban cosas que ella no había sentido antes. Eso le parecía misterioso, y si bien ella era curiosa y amaba los misterios, este particularmente le generaba cierto temor. Su vida podía cambiar y no sabía si eso debía ocurrir. Ella estaba y quería seguir estando sola. O tal vez no lo estaba tanto...

El Sábado la encontró sin ganas de nada, ni de pensar en ese amargado de Byantine. Sin embargo, casi por inercia, salió de su casa y caminó hacia los jardines que tanto adoraba. Se adentró en ellos y llegó hasta el centro del mismo. Las flores estaban un poco frías, parecían tener sed. Ella no podía verlas así por lo que decidió actuar en consecuencia. Dejó su mochila y su bolsa con caramelos bajo su estatua preferida y se puso en acción. Horas después y ya casi por volver a su casa, fue a buscar sus cosas y se encontró con Phillip durmiendo bajó su estatua y sobre su mochila. Se acercó a él despacio y se sentó a su lado. Lo miraba como una madre que ve dormir a su hijo. Como una persona sensible ve dormir a su mascota cachorra. Como una persona cualquiera viese dormir a la persona que ama. Sonreía con ternura y acarició su mejilla. Soltó en voz alta que, para ella, él era un ángel. Entonces despertó y ella solo pudo ver una mirada dulce.

Phillip se puso colorado sin darse cuenta. Merlina lo notó y solo sirvió para que ella se enterneciera aun mas. Los dos pensaron algo con mala onda para decir. Ambos pensaron en cómo zafar esa situación como lograron hacer las dos veces anteriores. Sin embargo todo lo que se habían trasmitido, todos los días de ausencia y ese lazo invisible que se daba entre sus ojos al mirarse lograron derribar por completo sus defensas. Phillip intentó pedir disculpas. Merlina solo sonreía y se animó a decir: "¿Podrías devolverme la almohada? Suelo usarla de mochila". Ellos rieron y él asintió con la cara. Ella se acercó a tomarla mientras Phillip se levantaba para dársela. Sus brazos se cruzaron y sus rostros quedaron juntos, mirándose y sintiendo la respiración del otro. Esos segundos fueron eternos y al mismo tiempo maravillosos. Esa impensada cercanía entre los dos los hizo volar hasta perder de vista sus pensamientos habituales. No había palabras en sus mentes. No había frases ni oraciones. No habían defensas ni limitaciones. Solo un irrefrenable impulso de sentir con su boca los labios del otro. Deseaban sentirse uno y uno decidieron ser. No tuvieron tiempo ni de sonreír, pese a que las cómplices miradas se dijeron todo y tuvieron ganas de hacerlo. Solo se entregaron a eso que no tenía, ni importaba entonces tener, una explicación. Ellos, Phillip y Merlina, se besaron.

Fue para sus sentimientos y sensaciones como aparecer de pronto en un paraíso. Ellos tenían alas y veían al placer mismo con los ojos cerrados. Sus cuerpos sentían mas que solo sus bocas juntas y sus labios acariciándose. Sentían una unión, una conexión, un lazo tan especial. Sentían contención, sentían pureza, sentían verdad. Fueron inmensamente felices el tiempo que duró ese beso. Esos besos, esos mimos. Daba igual, todo era hermoso. No había espacio para ningún otro pensamiento, para ningún pasado, para ningún futuro. Ni siquiera el presente sentía protagonismo, ellos se sintieron fuera de todo tiempo y espacio. Sin embargo, al abrir sus ojos al mismo tiempo, el poder de sus miradas logró detenerlo todo. Fue una pausa en la que, de nuevo, sus ojos se dijeron todo. Y aunque no hacían falta las palabras, Phillip las dijo...

- Eso fue hermoso.
- Muy hermoso. - Respondió sonriente Merlina.
- Creí que no te caía bien...
- Yo aun lo creo jaja, pero hay algo mas fuerte que no puedo explicar...
- Lo sé, me pasa lo mismo. Perdón si fui impulsivo pero...
- Ay no pidas perdón por eso, yo siempre lo soy.
- ¿Siempre besas así a los chicos con los que te cruzas?
- Tal vez, ¿Tendrías algún problema con eso?
- No, problema no, solo quiero saber porque...
- Jaja idiota, te estoy jodiendo.
- No fue gracioso. De hecho ahora no sé si realmente...
- ¡Basta! Pensás demasiado, ¿Vamos a empezar de nuevo?
- No, esta bien... Por cierto, cuando llegué todo estaba recién regado, ¿Fuiste vos?
- Si, que bueno que lo hayas notado. Desde que murió mi padre yo me encargo de cuidar todo esto, este centro del laberinto. Por eso se ve así, tan distinto de todo lo demás. No puedo con todo, apenas soy una muchachita con sus propios problemas. Pero aprendí mucho de él, y todo esto lo hizo pensando en mí.
- Me dijeron que fue un pedido exclusivo de mi padre...
- Si, lo fue. Le pidió al mío que hiciera un laberinto difícil y entretenido, pero sobretodo bello. Que lograse trasmitirle a cualquiera que lo conociera la sensación de estar en otro país y en otro tiempo. Que lograse trasmitir esa idea de irse por un momento de si mismos al mundo de los sueños y de las fantasías. Me dijo mi padre que yo era la única que podía generarle algo tan lindo y fuerte, y que pensaba en mi mientras lo hacía...
- Oh, eso es muy bello realmente. - Phillip sonreía encantado de oírla.
- Si, gracias. ¿Ves esta estatua por ejemplo? Es mi preferida, y la hizo exclusivamente pensando en mi. Es la estatua de la diosa griega Harmonia.
- Imagino que es diosa de la armonía...
- Si, y de la concordia. Aquella que está allá, del otro lado de la fuente, es la estatua de la diosa Eris, diosa de la discordia. Mi padre imaginó al centro del jardín como el centro de mi corazón, y por eso puso a la fuente principal allí. Decía que debía enfrentar mi vida encontrando el camino que separase el caos y la discordia de la armonía y la concordia. A veces estoy mucho bajo aquella estatua, a veces bajo esta. Me cuesta mucho estar tranquila sentada en la fuente.
- Parece un simbolismo de tu propia vida.
- Todos siempre hacemos eso, con nuestras vidas, ¿No? Pero es difícil...
- Lo sé, me pasa todo el tiempo...
- Ah, y formando una cruz, en línea perendilar a...
- Perpendicular.
- ¡Bueno eso! Perpendicular a estas estatuas podrás ver esos otros dos monumentos. Hacia aquel lado, en dirección a mi casa, un obelisco. Según la mitología egipcia simbolizan los rayos del sol sobre la tierra, ademas de la estabilidad y la permanencia. Mientras que del otro lado, en dirección a tu mansión, hay una estatua al dios Seth, símbolo de la fuerza bruta, lo tumultuoso y lo incontenible. Es el señor de lo que no es bueno y de las tinieblas. Por eso los puso enfrentados dándose la espalda con la fuente en medio, para volver a representar lo que sería mi vida. Decía que yo debo encontrar el punto equilibrado entre la muerte y la vida, lo bueno y lo malo, la paz y la guerra...
- Pero, no los veo dándose la espalda. La estatua de Seth apunta a la fuente.
- Ah, eso fue pedido de tu padre. Creyó que al tener a ese dios mirando hacia su mansión le traería mala suerte y ordenó darla vuelta.
- Pero, dándola vuelta mira hacia donde se encuentra tu casa...
- Si, pero no pareció importarle mucho eso a tu padre... En fin, lo que hago para no pensar en ello es cuidar todo lo demás, los caminos y las flores. ¡Trato de que todo se vea hermoso!

Así, los dos jóvenes pasaron toda la tarde hablando de un montón de cosas. Ella le contaba todo acerca de lo que sabía sobre la flora del jardín, mientras él luego le contaría sobre música y anécdotas de sus grandes influencias. Ellos evitaron hablar de sus vidas, pero no de sus intereses. Se reían de sus diferencias y se admiraban con sus coincidencias. Cuando el silencio terminaba un tema, y antes de comenzar otro, sus miradas se atraían y se besaban. Hacia el caer de la noche ellos sabían de ambos mas que nosotros que hemos leído esta historia. Generaron un vínculo sin proponérselo. Sin embargo, la vida de cada uno seguía siendo un misterio para el otro. Phillip, ya sintiendo confianza y permitiéndose saciar su curiosidad, le preguntó:

- Merlina, ¿Cómo es tu vida? ¿Estas enamorada de alguien?
- ¿Perdón? ¿Y esa pregunta?
- Bueno, hemos hablado de muchas cosas, han pasado otras entre nosotros en solo horas, quisiera saber si hay alguien...
- ¿Crees que lo habría si te estoy besando?
- Bueno, perdón si lo creo. No quiero que lo tomes a mal, pero algo en tu mirada me dice que si.
- No voy a hablar de esto con vos, ¿Quién te crees que sos? Te recuerdo que hace solo una semana nos vimos por primera vez, es muy poco tiempo para que quieras saber tantas cosas. - Las defensas de la joven Nigoul fueron llamadas de urgencia y entraron en acción.
- Bueno perdón, pero me parece que un beso es algo importante entre dos personas. Seguramente para vos no lo sea por lo que veo...
- ¿Qué estas insinuando?
- ¿Hace falta que sea mas claro?
- Ah, genial, gracias... - Sonrió indignada y dio un paso atrás.
- Mira, creo que si hay alguien deberías decírmelo para que yo no me ilusione.
- Nadie te esta pidiendo que te ilusiones con nada. Solo fueron besos, nada mas. Si tanto te molesta o tanto desconfías no me hables mas, no me veas mas, y listo.
- ¿Por qué haría eso? ¿Tanto te importa aquello que no me querés contar?
- Si, tanto. Y lo prefiero.
- Esta bien, pero me parece que...
- Callate Phillip, no tenemos nada mas que hablar.

Merlina se fue en silencio, sin prisa pero sin pausa. Phillip quedó solo. Phillip había caído en una trampa de la que se prometió no volver a caer: Se había permitido ilusionar con tan poco tiempo de conocerla. Se sintió indignado y hasta rechazado. Sintió curiosidad por aquello que ella no quería contarle, pero también triste y hasta sin ganas de querer saberlo. Se encontraba inmerso en esa duda existencial de todos los seres humanos: de si debía hacer algo para cambiar aquello que lo afectaba, o si debía hacer algo para dejar que eso lo afecte. Pero luego de unos minutos de silencio, se paró, y caminó hacia la casa de Merlina. No sabía dónde quedaba, solo sabía que estaba a un kilómetro de distancia por el camino del campo y en dirección al obelisco que se encontraba al final del centro del laberinto. Pero cuando llegó hacia allí, e inesperadamente detrás de ese monumento, se encontró con ella. Estaba tirada en el suelo, llorando desconsoladamente. Phillip la miró en silencio, ella lo miró sin entender.

- Sos un idiota, ¿Qué haces acá?
- Perdón, pero ¿Cómo podría dejarte sola?

Se abrazaron y lloraron juntos. Sus almas se habían unido aun mas. Ninguno sabía por qué la otra persona hacía las cosas que hacía. Por qué Phillip sentía tanto por ella que tan poco le dio, por qué Merlina ocultaba tanto que tan mal le hacía. Pero no hubo espacio para preguntas después de tantas lágrimas. Ella comió uno de sus caramelos, él se ofreció a acompañarla a su casa. A mitad de camino, ellos se despidieron, ella quiso seguir sola. Phillip entendió y respetó eso. Se besaron de nuevo, se dijeron gracias, y se despidieron...

Mientras volvían a sus casas pensaron casi las mismas cosas. Esa noche, y contrario a sus encuentros anteriores, los dos pudieron dormir bien. Soñaron cosas lindas y descansaron sus cuerpos. Desde entonces, nuevas experiencias los esperarían...

[continuará...]